Ayer por la tarde mi madre volvió a emigrar. La acompañamos al aeropuerto para despedirla.
Después de mucho buscar, una mujer trabajadora como ella, no encontraba un puesto de trabajo.
Antes que ella, ya marcharon su hermano y su cuñado.
España, un país que siempre consideré lleno de oportunidades, se está convirtiendo en una máquina de expulsión de trabajadores cualificados.
Hoy, la Ministra de Trabajo puede dar una rueda de prensa para anunciar que hay un parado menos en España.
Sin embargo, lo que resulta más duro es volver a aquellas lágrimas; esas a las que estamos muy acostumbrados los que vivimos a caballo de dos países. Esas que tanto derramé abrazado a mis abuelos cuando marchaba de España. Esas que han marcado a muchas generaciones de españoles abrazados en los puertos, aeropuertos y estaciones de tren.
Esas mismas lágrimas volvieron ayer en el aeropuerto de Peinador. Y van a seguir ahí durante mucho tiempo...
Suerte mamá!
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